De churras y merinas

Convivencia entre peatones y ciclistas

Hace unos días, mirando las redes sociales, me encontré con una interesante sorpresa que llamó poderosamente mi atención. Se trataba de una imagen que había colgado un cuerpo de seguridad del Estado en la cual se le pide a la comunidad ciclista el mismo respeto que ellos exigen. Evidentemente, como conductor, ciclista y peatón que soy, suscribo completamente no sólo este mensaje, sino el ya popular “metro y medio” en los adelantamientos en carretera o cualquier otro que pueda lanzarse a la sociedad. A pesar de todo, no pude evitar todo un aluvión de reflexiones sobre dicho mensaje. Obviamente, cualquier persona en su sano juicio sabe que una de las bases de la convivencia es el respeto mutuo, pero… ¿es acertado este mensaje? Personalmente creo que no. Sí necesario pero no acertado. Y por varias razones.



Para empezar, ¿qué es lo que solicita este mensaje? ¿Distancia o velocidad? Se intuye que las dos cosas. No me imagino a los participantes del Tour circulando a gran velocidad entre peatones de cualquier calle o parque de Francia que no sea el recorrido marcado por la organización. Muy al contrario, lo frecuente es que sean los mismos espectadores/peatones los que invadan la calzada por donde circula la carrera. Sobre el mensaje que nos ocupa, lo normal es que en ciudad se circule por carril-bici a una velocidad adecuada a la zona por la que se transita, o por la calzada cuando no lo hay (por las aceras no está permitido, por mucho que lo indiquen algunos ayuntamientos, o crean algunos conductores o ciclistas). Otra cuestión es encontrarse ciclistas saltándose semáforos, o invadiendo sin miramientos las aceras, o peatones invadiendo el carril-bici, o...  Comportamientos incívicos los hay, y muchos, por desgracia. Pero todos no somos iguales, por suerte.

¿A quién va dirigido el mensaje? ¿A todos los ciclistas? Parece ser que sí. Me parece correcto pero de ser así, no creo que sea buena idea juntar en el mismo saco a ciclistas de carretera y ciclistas urbanos. Está claro que ambos grupos montamos en bicicleta, pero ambos grupos no compartimos necesariamente la misma filosofía. Básicamente, el ciclismo de carretera se basa en una mentalidad deportiva (más o menos relajada), mientras que el ciclismo de ciudad se considera un medio de transporte, con mayor o menor mentalidad ecologista, saludable o económica. No dispongo de datos estadísticos (si es que los hay) pero, desde mi posición de observador social, diría que la proporción de carreteros que utiliza la bici en ciudad es pequeña.

Más. En general, los “carreteros” estamos más sensibilizados con el respeto al prójimo que cualquier otro tipo de ciclista. No por nada, sino porque sólo el que sale a pedalear por una carretera sabe bien lo que es jugarse la integridad física y mental. Es evidente que en las calles de una ciudad también se corren riesgos (coches mal aparcados, viandantes cruzando por donde no deben, puertas que se abren sin mirar…), incluso igual de mortales, pero no es comparable. Existe similitud pero no es comparable. En las carreteras los vehículos a motor pueden circular a mayor velocidad (90km/h frente a 50km/h), el tráfico está menos controlado por sistemas de regulación (señales de tráfico frente a señales, semáforos, pasos de peatones, intersecciones viales…), exige una menor necesidad de atención y concentración al volante (“menor” no significa “ninguna”, ojo con esto), se circula por el arcén (cuando lo hay), por mencionar algunas características diferenciales. Mismas posibilidades, diferentes probabilidades, pero cada colectivo tiene lo suyo.

Por otro lado, un mensaje de este tipo emitido así, sin más, desde un cuerpo de seguridad del Estado, se puede percibir e interpretar implícitamente como partidista, que se pone de parte del peatón y del conductor, y por ende contra el ciclista, aunque sea de manera involuntaria, que a buen seguro lo será. No importa. Toda aquella persona a la que le moleste la presencia de ciclistas podría ver respaldada y justificada su postura de rechazo, odio o beligerancia hacia ellos. O podría ayudar a formárselo si la persona no tiene el pensamiento crítico bien desarrollado y asentado.

A esto le podríamos unir el poco tiempo que llevamos con la campaña social del “metro y medio” en carretera. ¿Todavía no se ha terminado de asimilar el mensaje cuando ya se está reivindicando otro? De alguna manera, es como si se nos estuviera acusando de algo a los ciclistas (en general), cuando los que sufrimos atropellos mortales somos nosotros.

Y por último, si hay algo que realmente nos unifica a todos los ciclistas es la obligación de cumplir con la Ley, en este caso la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial. Podremos estar o no de acuerdo con algunos aspectos de esta ley, pero es la que es y nos toca cumplirla. Esto no quita que, mientras tanto, sigamos buscando la manera de mejorarla para hacerla más justa.

¿Respeto? Siempre. ¿Convivencia? La necesitamos. ¿Educación? Con el tiempo. Podría seguir dándole vueltas al tema, incluso matizar mucho más mis comentarios o ser más ácido con el estado de la cuestión, pero creo que no es necesario porque mi reflexión personal  sobre el tema que me ocupa es clara y sencilla: no hay que mezclar churras con merinas.

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P.D.: Puedes echar un vistazo aquí para saber algo más sobre estas simpáticas ovejas.


JOSE LUIS PARDO
psicología del rendimiento