¿Te gusta competir?

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Aparte de los indudables beneficios que nos aporta el ejercicio físico, tod@s nos acercamos al deporte buscando diversión. Y así suele ser hasta que nos pica el gusanillo de la competición. ¿Qué será eso? ¿Yo podré? ¿Y si lo intento? ¿Y si empiezo a entrenar? ¿Hasta dónde puedo llegar? Estas y otras miles de dudas hacen que nuestra principal motivación cambie. Empezamos buscando diversión y terminamos buscando resultados. ¿Acierto o error? Depende.

EL CAMPEONATO (metáfora)

En Canadá, todos los años se celebra el campeonato mundial de taladores de troncos. Según los más ancianos del lugar, esto es lo que sucedió en una de las ediciones, hace ya mucho.

Después de varios días de competición, habían llegado a la final dos participantes: un joven canadiense y un veterano noruego. La tarea estaba muy bien organizada. Cada uno de ellos tenía asignado un sector del bosque para talar troncos. Se trataba de ver quién era capaz de cortar más troncos entre las 8:00 de la mañana y las 16:00 de la tarde. Quien cortase el mayor número de troncos sería el ganador indiscutible.

A las ocho en punto de la mañana, un silbato anunció el comienzo de la competición. El intenso y rítmico sonido de las hachas talando los troncos era lo único que se oía. A las nueve menos diez de la mañana, el veterano leñador noruego dejó de talar. El joven canadiense, tomándose este silencio de su competidor como una oportunidad, redobló sus esfuerzos.

A las nueve en punto, el joven talador oyó cómo su rival comenzaba de nuevo a talar. Una vez más, solo se oyeron los rítmicos hachazos talando los troncos de los árboles, hasta que a las diez menos diez, el veterano talador noruego volvió a parar. De nuevo, el joven continuó talando decidido a aprovechar al máximo la debilidad de su contrincante.

A las diez en punto, el veterano reanudó su tarea, y sin descanso hincó su hacha en los troncos de los árboles rítmicamente hasta las once menos diez en que, de nuevo, se detuvo. El ánimo del joven canadiense se infló de confianza y, comenzando a saborear la victoria, continuó talando a su ritmo imparable.

Y así fueron transcurriendo las horas. Siempre cuando faltaban diez minutos para la hora en punto, el veterano talador noruego dejaba de talar mientras que el joven continuaba con su enérgica tarea. Y así fue hasta que a las cuatro de la tarde sonó el silbato del juez dando por terminada la competición. En ese momento, el ánimo del joven canadiense no albergaba la más mínima duda: él era el vencedor indiscutible de la competición.

Para sorpresa suya, una vez hecho el recuento de árboles talados, los jueces dieron como vencedor al veterano talador noruego.

― “¿Cómo lo has logrado?”, le preguntó al veterano. “Durante todo el día, cuando faltaban diez minutos para la hora en punto, te he oído parar. Entonces, ¿cómo demonios puedes haber cortado más leña que yo? ¡No es posible!”

― “Es muy simple”, le respondió asertivamente al joven. “Es cierto, cada hora, cuando faltaban diez minutos para la hora en punto, he parado. Y mientras tu continuabas cortando, yo me dedicaba a afilar mi hacha.”


JOSÉ LUIS PARDO
psicología del rendimiento